Deconstruyendo a JJ Abrams.

No me gusta escribir artículos en negativo. Primero porque considero una pérdida de tiempo hablar sobre lo que me desagrada, y segundo porque supongo que tenéis cosas mejores que hacer que leer mis jactanciosas afirmaciones al respecto. Sin embargo en este caso debo hacer una excepción porque siempre que sale a colación el tema —y con lo que trabaja este hombre es a menudo—me canso de dar siempre los mismos argumentos, así que prefiero recopilarlos aquí y pasar directamente el enlace cuando se tercie. Intentaré dar un toque de humor a mis explicaciones de por qué Abrams es una calamidad como director, y representa el anatema de todo lo que funciona mal en Hollywood.

Empecemos por la técnica: «JJ» —léase como «yei-yei»— es un director con unos conocimientos de cinematografía bastante limitados, lo que se refleja en su constante repetición de recursos de rodaje y en la total ausencia de composiciones que se alejen de lás más rancias convenciones. Defectos que suele ocultar dotando a sus películas de montajes muy ágiles y vivos, para evitar que el espectador se distraiga de lo más inmediato y se fije en los planos mal encuadrados. Es como una quimera fílmica, un cruce entre Steven Spielberg y Michael Bay, pero tomando lo peor de ambos directores —convencional como Spielberg, pero sin su sensibilidad narrativa. Frívolo y espectacular como Bay, pero pretencioso en vez de honesto—.

Ahora el plano argumental. En mi opinión Abrams no sabe tratar el drama, así de claro. Y no sabe porque el drama no se construye ex nihilo: requiere de unos personajes bien caracterizados, y de unos acontecimientos concretos expuestos al ritmo adecuado. El estilo de Abrams es tan volátil—luego hablo de excepciones como Lost—, que resulta incapaz de tomarse en serio a sí mismo. Su cadencia atropellada se carga cualquier posible solemnidad. Así, trágicos virajes argumentales se trasforman en superfluas tentativas que dejarían al espectador indiferente, de no ir acompañadas por una buena dosis de pirotécnia y efectos especiales que redirijan su atención como la varita de un ilusionista. Y tampoco es que destaque por su comedia, con chistes y gags de brocha gorda, destinados a arrancar carcajadas del mismo tipo de público que tiene por costumbre llenar el suelo de palomitas.

Un momento… si de verdad es tan terrible… ¿por qué tiene tanto éxito? Pues porque hay un aspecto de las producciones que se le da de maravilla: el marketing y las RRPP.  Abrams conoce a la perfección el mínimo común múltiplo del espectador actual, así como todos los resortes de la industria del cine y la TV. Ello le ha permitido labrarse una reputación de gran director ante una parte importante del gran público—que son consumidores habituales de cine, pero no necesariamente están versados en su análisis—. El gran trampolín para fijar ese prestigio sobre su nombre fue sin lugar a dudas Lost. En mi opinión una de las mayores estafas de la historia de la televisión, pero a la vez un ejemplo perfecto del talento de Abrams a la hora de percibir —y explotar—una serie de «elementos-gancho» para el público mayoritario, valiéndose de su propia curiosidad para venderles un producto tremendamente inconsistente y no exento de relleno.

¿Es JJ Abrams peor que Hitler? Probablemente. Coñas a parte: creo que hay que reconocerle algunos méritos. Y no me refiero a sus dotes de vendedor, si no a obras muy concretas. Super 8, por ejemplo es una película bastante humilde que no es de mi gusto, pero reconozco que da lo que promete. El reboot de Star Trek carece de la profundidad argumental de las anteriores, pero al menos ha conseguido resucitar comercialmente una franquicia que ya boqueaba como un pez fuera del agua. Hasta un reloj roto da la hora dos veces al día. Tampoco es que le considere el peor director de la historia—Ahí ya entrarían Ed Wood o Uwe Boll—, pero si creo que es un realizador mediocre que no merece ni la décima parte de prestigio del que goza, y he aquí el por qué de este artículo.

En resumidas cuentas: Opino que Abrams es un enano de la dirección, que si ha llegado a una posición de reconocimiento ha sido por apoyarse sobre los hombros de gigantes de la industria. Y lo peor de todo: es la viva representación de la autocomplacencia y la falta de ideas que asola Hollywood; un modelo de negocio que es menos rentable a cada iteración: «las productoras no arriesgan, las ideas se estancan, el público pide más y mejor, los presupuestos suben…» y volvemos a «las productoras no arriesgan» para cerrar el círculo. Ese mismo caldo de cultivo ha convertido en una estrella a un director tan anodino. Un mesías de cartón piedra y milagros 3DCGI, un farsante que —en otra vida— habría hecho carrera con el timo de la estampita.

PD: Esta es mi venganza por Star Wars. Cuando quieras te lo digo en la calle, JJ.

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